Autor: Fernando Suárez González
Las
mujeres siempre han sido una pieza clave en los movimientos sociales. Sin
embargo, por cuestiones culturales, han quedado relegadas en la historia, o bien
se les minimiza a una simple participación como acompañantes o mensajeras.
Cuando en realidad sus participaciones fueron aires que generaron huracanes de
cambio.
El día de hoy hablaremos sobre
una de estas mujeres que su participación fue vital para el inicio de un
movimiento y que continuo activa a pesar de las penurias y maltratos a las que
fue objeto, me refiero a Doña Josefa Ortiz de Domínguez.
He decidido iniciar con este
personaje por dos razones. La primera por ser un ejemplo de lucha y lealtad,
siendo una revolucionaria en una cultura machista. Segundo; porque es un
referente en la ciudad de Querétaro, no por nada, la estatua más icónica que se
encuentra en el primer plano del centro histórico está dedicada a ella, de
igual manera el municipio de Corregidora lleva su sobrenombre, así como el
estadio donde juegan los Gallos Blancos, o bien el auditorio principal de la
ciudad.
Contexto
histórico
Durante mi formación como
historiador, los profesores siempre nos hicieron el énfasis de que al estudiar
cualquier personaje es obligatorio conocer su contexto histórico, esto nos
permite tener un mejor horizonte de sus ideas, sus conductas y el alcance de
sus participaciones.
Por lo cual iniciaré
explicando brevemente la condición de la mujer en el siglo XIX. La
investigadora María de Jesús Rodríguez Guerrero menciona que la vida de las
mujeres ocurría en el ámbito privado, durante la colonia, la cultura de la
mujer era de silencio y discreción ya fuera en hogar, el convento o la
Iglesia.
La instrucción escolar fue
sólo para las mujeres de las clases privilegiadas, pero se reducía a enseñarles
solamente a leer, la escritura quedaba fuera de su alcance, alguna de las
hipótesis es porque así se evitaba que las mujeres establecieran comunicación
epistolar con hombres. La conducta de la mujer solo tenía dos mediciones la
virtud o el pecado.
Aquí surge un primer debate en
torno a doña Josefa Ortiz, el escritor Alejandro Villaseñor afirma que la
Corregidora sabía leer pero no escribir, cuando necesitaba enviar algunas
cartas, recortaba las palabras de los periódicos hasta formar el mensaje que
quería transmitir, así fue como supuestamente elaboró el mensaje cuando la
conspiración de 1810 fue descubierta.
Sin embargo, los historiadores
Laurena Wright y Paco Ignacio Taibo II afirman que sí había aprendido a
escribir, la primera, muestra en su artículo “Mujeres notables mexicanas” como
evidencia una solicitud escrita por ella para
ser admitida en el colegio de Nuestra Señora de Aranzazu. Por su parte Paco I.
Taibo II en su obra El cura Hidalgo y sus amigos, se remite a tres cartas escritas cuatro años más tarde por ella.
Ante las evidencias podemos pensar que Doña Josefa poseía la habilidad de leer y escribir, este hecho por sí mismo
ya la convierte en una revolucionaria, ya que desafió la cultura machista y más
aún, cobijando siempre ideas subversivas y nunca temió en expresarlas, como lo
veremos más adelante.
Vida
e ideas de Doña Josefa Ortiz de Domínguez
Después de haber analizado brevemente la época en la que le tocó vivir a nuestra protagonista, ahora nos enfocaremos a dar una pequeña cronología de su vida. No se sabe a ciencia cierta su fecha de nacimiento, para algunos biógrafos nació el 8 de septiembre de 1768, otros afirman que el 19 de marzo de 1771, o bien 1774, lo que sí se sabe es que es oriunda de Morelia, Michoacán, antes llamado Valladolid, llevando por nombre María de la Natividad Josefa Ortiz Girón.
Huérfana de madre y padre, su
hermana mayor se hizo cargo de ella, quien la ingresó al Colegio de San Ignacio
de Loyola, también conocido como el de las Vizcaínas donde permaneció hasta 1791.
Es en este lugar conoció a Miguel Domínguez, el cual era el apoderado del
doctor Dimas de Lara y el cual visitaba constantemente el colegio debido a que
su apoderado sostenía al plantel.
Después de cortejarla y
solicitar su mano en matrimonio a las hermanas del colegio, contrajeron nupcias
el 24 de enero de 1793, don Miguel Domínguez contaba con la edad de 37 años,
era viudo y con hijos, mientras que doña Josefa Ortiz tenía la edad de 22 años.
Al parecer mientras estuvo en
el colegio de las Vizcaínas nuestra protagonista comenzó a coquetear con las
ideas liberales, como lo hace notar el escritor liberal Ignacio M. Altamirano quien
comenta que Fernández de Lizardi solía visitar a menudo en la ciudad de México
a la familia Domínguez y muchas de las conversaciones giraban en torno a la
independencia de la Nueva España.
En 1801 nombraron a Don miguel
Domínguez corregidor de Querétaro por lo que se trasladó con toda su familia a
la ciudad. Según las fuentes Doña Josefa tuvo 14 hijos. Desde su
llegada fueron recibidos con simpatía por la sociedad queretana. El matrimonio
Domínguez comenzó a interesarse por las cuestiones públicas, en particular por
la justicia, los abusos y el despojo que sufrían varios sectores de la
población local.
Iniciación,
conspiración y levantamiento
No
está muy claro quién fue de los dos el que comenzó con las reuniones
conspiratorias en contra de las autoridades virreinales disfrazadas de
tertulias, pero lo que si queda claro es que los dos tomaran un papel
fundamental en dichas reuniones. Logrando reunir a Ignacio Allende, Miguel
Hidalgo, José Mariano Abasolo, Juan Aldama y los hermanos González entre otros.
El 13 de septiembre, después
de una serie de denuncias anónimas, se le solicitó al corregidor que cateara la
casa de los hermanos González por supuesto acopio de armas. Por lo cual Miguel
Domínguez al percatarse que la conspiración había sido descubierta decidió
encerrar a Doña Josefa en la casa temeroso de que lo pudiera comprometer.
Encerrada y aislada en su
habitación, Doña Josefa realizó un sonido, señal acordada con el alcaide de la
cárcel Ignacio Pérez por si las cosas se ponían color de hormiga.
Inmediatamente el alcaide se presentó ante la corregidora y después de
entregarle el mensaje escrito se dirigió a toda velocidad a San Miguel el
Grande con el objetivo de entregarle dicho mensaje a Ignacio Allende.
Paco Ignacio Taibo afirma que
no fue solamente un mensaje, sino tres, por lo cual surgen las siguientes
preguntas: ¿Quiénes fueron los otros dos portadores de los mensajes y hacia
quién estaban dirigidos? No se sabe bien si estos mensajes fueron entregados
por Doña Josefa Ortiz o bien por el mimo Ignacio Pérez, pero los portadores
fueron Francisco López, que tardó dos días en llegar a su objetivo porque su
caballo quedó exhausto y tuvo que recorrer a pie, y el segundo, Pancho Anaya, quien
también llegó a destiempo ya que se detuvo en la hacienda de Jalpa para
presenciar una festividad y llegó cuando los acontecimientos se habían consumado.
A pesar de que se logró dar aviso a los conjurados, el día 16 de septiembre fueron aprendidos tanto doña Josefa como su esposo debido a la traición que sufrieron por parte del capitán Joaquín Arias, por lo cual fueron recluidos en el convento de Santa Clara y Santa Cruz respectivamente.
Duraron cinco días en dichos lugares para posteriormente ser puestos en libertad. Doña Josefa siguió apoyando al movimiento insurgente estableciendo comunicación con ellos en el interior de la ciudad, y sin disimular su odio a los españoles, al grado que el comandante Romero Martínez realizó una segunda acusación en contra de la Corregidora, por lo cual el Virrey Venegas le exigió a Miguel Domínguez que condujera con prudencia a su esposa o de lo contrario sería recluida nuevamente.
Sin embargo, lejos estaban de
terminar el viacrucis por expresar sus ideas, el 14 de diciembre
de 1813 se realizó una tercera denuncia por parte de José Mariano de Beristáin
y Souza, quien informó que “el
matrimonio Domínguez que nunca dejaron de ser fervientes seguidores de los
insurgentes”. Inclusive comparó a doña Josefa con Ana Bolena y acusó que
lo había tratado de seducir.
El nuevo virrey Félix María
Calleja destituyó al corregidor y mandó detener a su esposa y que la
trasladaran a la Ciudad de México. A su llegada a la capital fue recluida en el
convento de Santa Teresa, donde permaneció hasta el 17 de junio de 1817, debido
a la petición de su esposo quien le escribió al nuevo virrey Apoda ,
suplicándole que la pusiera en libertar ya que él se encontraba ciego, enfermo
y con catorce hijos. Lo cual le concede, pero con la consigna de que no podían
abandonar la capital.
Consumada la Independencia y
la creación del Primer Imperio Mexicano, la esposa de Agustín de Iturbide, doña
Ana Huarte invitó a doña Josefa Ortiz a que fuera parte de su corte, a lo que
la Corregidora se negó rotundamente: “Dígale usted que la que es soberana en su
casa, no puede ser dama de una Emperatriz”.
Al caer el Primer Imperio y comenzar la vida republicana del país, el congreso decidió darle una pensión económica por su participación en las conjura de 1810 y por su entrega al movimiento insurgente, a lo que ella se negó a cualquier recompensa material.
Nuestra protagonista falleció
en la Ciudad de México en el año 1829 a la edad de 61 años, sus restos fueron
sepultados en el convento de Santa Catalina. El 10 de diciembre de 1878, el
Congreso de Querétaro declaró a Doña Josefa Ortiz de Domínguez benemérita del
Estado y mandó inscribir con letras de oro su nombre en el salón de sesiones.
En 1882 trajeron sus restos la ciudad de Santiago de Querétaro. En 1900 fue
inaugurada la estatua de la Corregidora en el Jardín de la Corregidora que se
encuentra en el centro de la ciudad.
Bibliografía
·
Rodríguez Guerrero, María de J. “México,
independencia, mujeres, olvido, resistencia, rebeldía, dignidad y rescate.” En
Alegatos, núm. 73, México, septiembre de 2009.
·
Taibo II, Paco Ignacio, El cura Hidalgo y sus amigos, Paneta, series: Booket, México: 2011.
·
Villaseñor, Gabriel, Biografías de héroes y caudillos de la Independencia, Secretaria de
Relaciones Exteriores, México: 2015.
·
Wright
de Kleinhans, Laurena. “Mujeres notables mexicanas”, en Letras de oro,
(cap1-3), México: 2009


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